El propóleo

El propóleo ¿Qué es?

El propóleo o propolis es el producto final que se forma a partir de una sustancia resinosa segregada por la corteza y los brotes de algunas plantas y posteriormente elaborada con las secreciones glandulares de las abejas, que la utilizan para fortalecer las paredes de las colmenas y evitar la entrada de agentes patógenos, protegiéndolas de las infecciones.

Las propiedades curativas del propóleo ya eran conocidas por las antiguas civilizaciones egipcias y griegas. De hecho Aristóteles, eminente científico y filosofo griego, alrededor del año 343 a.C., lo cita en su obra de zoología “Historias de los animales”.

Su utilización tuvo su auge entre finales del siglo XIX y principios del XX, ya que por su reconocida acción antiséptica, cicatrizante y antiinflamatoria, se utilizaba ampliamente en los hospitales militares para curar a los heridos de guerra. Sin embargo el propóleo cayó en desuso con el descubrimiento de la penicilina y la llegada de los primeros antibióticos de síntesis. Actualmente, debido en buena parte al abuso de este tipo de fármacos y a la consecuente resistencia que han ido desarrollando ciertas bacterias, las infecciones leves se están volviendo a curar cada vez más con este valioso recurso natural.

Su actividad terapéutica se debe a la presencia de abundantes compuestos fenólicos y flavonoides. El propóleo es también un aporte nutricional muy completo por su riqueza en aminoácidos, siete de ellos esenciales, vitaminas como la B1 o tiamina, la PP o ácido nicotínico, la provitamina A y minerales como el calcio, magnesio, hierro, potasio, fósforo, silicio, cromo, selenio, cinc, entre otros.

¿Para qué sea usa el propóleo?

Recientes investigaciones han confirmado la acción bacteriostática y bactericida del propóleo frente a bacterias como la E.coli, el Helicobacter pylori, responsable de la aparición de úlceras gástricas o el Staphylococcus aureus. Este último, que además es especialmente resistente a la penicilina, es uno de los organismos que más infecciones suele causar, entre ellas la neumonía, infecciones de piel, intoxicaciones alimentarias y sanguíneas.

El propóleo también es eficaz para combatir los hongos como por ejemplo la Candida albicans y contener el desarrollo de virus como el Herpes simple y algunos adenovirus, coronavirus y rotavirus. Asimismo es un potente antiinflamatorio y analgésico, ideal en el tratamiento de afecciones respiratorias.

La actividad antimicrobiana, antifúngica y antivírica del propóleo es más evidente si se utiliza en altas concentraciones. Otros factores importantes, de los cuales depende la proporción de sus principios activos, son el método de extracción empleado, el disolvente utilizado y su procedencia.

Cicatrizante

A nivel tópico, el propóleo es un excelente desinfectante y cicatrizante, ya que acelera la regeneración del epitelio, estimula la microcirculación y evita las infecciones. Se puede aplicar sólo o mezclado con un poco de miel sobre heridas, úlceras o quemaduras y después, si procede, poner un vendaje de protección. Tomado por vía oral, ayuda en la cicatrización de las úlceras gástricas.

Dosis y precauciones

El propóleo se comercializa en diferentes formatos, dependiendo de la afección a tratar: en jarabe, extracto seco o líquido, spray para la garganta o la nariz, comprimidos, pastillas masticables, pomadas y lociones. Independientemente del tipo de presentación, se recomiendan de tres a cinco tomas o aplicaciones diarias, según el caso.

El propóleo carece de toxicidad, aunque en sujetos predispuestos puede causar reacciones alérgicas. Su uso está contraindicado tanto en estos casos como en personas que presenten hipersensibilidad y, debido a la ausencia de datos que avalen su seguridad, durante el embarazo y la lactancia. En cambio es apto para los niños, en dosis inferiores a las utilizadas para los adultos y es compatible con otros tratamientos.

*Artículo cedido por la Revista Integral


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